Desde el año 1986, en España se empezó a notar un cambio legislativo importante que apuntaba hacia un nuevo modelo de relación médico-paciente. Todavía faltaban unos años, hasta que en el 2000 se implantara legislativamente, dejando atrás un sistema paternalista.
Era un sistema jerárquico, en el que resultaba impensable concebir otros intereses en el médico, distintos a la curación individualizada de cada uno de sus pacientes. Tampoco era cuestionado que el enfermo tenía voluntad de sanar. El paciente o sus familiares acudían al médico por sus conocimientos. No se plantaban otra alternativa que seguir lo más fielmente posible las prescripciones del galeno.
Es el concepto del médico que visitaba todavía a los pacientes en sus domicilios, que permanecía a los pies de la cama de éstos vigilando su evolución. Representaba la idea del médico vocacional, de guardia las 24 horas del día durante todo el año, como si no tuviera necesidad de una vida privada o unas horas de descanso. Refleja al médico que anteponía la curación del paciente al cobro de sus honorarios. Se esperaba de él que a falta de dinero de sus pacientes, los atendiera renunciando a honorarios. Es la imagen del médico rural al que los pacientes y familiares daban muestra de agradecimiento materializada en una cesta de fruta, un conejo, un pollo, o cualquier otro detalle con que pudieran obsequiarle.
Esta percepción sobre el médico queda ya en el recuerdo vivido de unos pocos. Ha quedado relegada hoy a lo que perdura recogido en las novelas y en el cine.
Lo cierto es que para los pacientes, esta relación paternalista había venido funcionando bien. Se basaba en la confianza en el médico y la atención al paciente por la familia. Es más, cuando un miembro de la familia caía enfermo, se producía una especial situación de incapacidad de hecho, cuya guarda era asumida de manera incuestionable por el cónyuge, por los hijos, o por los padres. Eran éstos quienes en un principio recibían las indicaciones del médico y se encargaban de aplicar el tratamiento. El enfermo, con frecuencia quedaba relegado de la información sobre su enfermedad y pronóstico, especialmente en los casos más graves. Médico y familiares decidían que información debía darse al paciente y cuándo y cómo hacerlo.
En términos generales podríamos afirmar, que ni social ni políticamente se veía la necesidad de cambiar este modelo. Es más, ni siquiera se planteaba como posibilidad. Era un sistema tradicionalmente aceptado. Apenas había ocasionado algún problema puntual que no había trascendido a la opinión pública.
Fueron varios los factores que intervinieron en el cambio. Dentro de los más influyentes hemos de destacar:
Sin duda uno de los más significativos fue el avance de la Biotecnología y sus aplicaciones en el campo de la Medicina y la Biología. Se desarrollaron técnicas capaces de obtener un diagnóstico más certero. Se descubrieron tratamientos para los que no era suficiente con el cuidado y la vigilancia de los familiares. En este contexto, el médico ya no trabajaba solo, sino en equipos cada vez más especializados, al ritmo de los prolijos descubrimientos. Todos estos avances supusieron una mejora en la calidad de vida de las personas. Se consiguió el tratamiento eficaz de muchas enfermedades que hasta entonces habían ocasionado la muerte, o dejado secuelas graves.
Esto supuso, por contra, que el paciente ya no recibiría el tratamiento en su casa, ni estaría al cuidado de sus familiares. El cuidado de los enfermos que necesitaban vigilancia especializada tenía lugar en los hospitales. Médicos, enfermeras y auxiliares eran asignados a diversos pacientes al mismo tiempo. Trabajaban por turnos. El personal sanitario no se identificaba y no tenía el tiempo que el paciente demandaba. Se descuidó la relación humana del médico hacia los pacientes. Al menos, así es como se empezó a concebir por éstos.
También se desarrollaron nuevas técnicas capaces de alargar la vida, pero no de curar, son los llamados tratamientos de soporte vital. Con ello se abrió el debate de si era ético hacer todo lo que el hombre con sus conocimientos y ayuda de la tecnología puede hacer. Se cuestionó el rumbo de los avances tecnológicos. Surgió entonces la Bioética.
Por otra parte, el modelo de familia también había comenzado a cambiar. En ello tuvo repercusión importante la incorporación de la mujer al mundo laboral con un trabajo remunerado fuera del hogar. La atención a los enfermos había estado tradicionalmente atribuida a la mujer que permanecía al cuidado del domicilio y de los miembros de la familia. Este cambio social hacía necesario prever nuevas formas de atender a los miembros de la familia cuya enfermedad requería una vigilancia más intensiva.
Finalmente también tuvo relevancia la populización de la educación. El derecho a la educación se hizo realidad con la gratuidad de la enseñanza. Como repercusión positiva se alcanzó un mayor grado de alfabetización de la población en general. El ciudadano, ya capaz de entender, se consideró con la necesidad de conocer. Más adelante comenzaría a reclamar su derecho de cuestionar el criterio del médico.
Posiblemente sin saberlo, se estaba gestando en la sociedad un deseo de cambio en la relación médico-paciente. Fue Estados Unidos, donde más se desarrollaron todas estas técnicas. También fue allí donde primeramente se apreciaron cambios legislativos sobre esta materia.
Sin duda el primero del que se tuvo conocimiento ocurrió en Europa. De manera oficial se dio a conocer a través del juicio de Nüremberg. En dicho proceso judicial se hicieron públicos los horrores del régimen Nazi. Entre ellos, los experimentos que médicos bajo el régimen de Hitler habían venido practicando principalmente con miembros de la religión judía y con personas discapacitadas.
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